12 nov 2011

fluidez, desparpajo y liquidismo en la enseñanza de ELE

Reconozco que llevo una temporada de un descreimiento que a mí misma me produce un enorme desasosiego profesional. Sin duda los años no perdonan y he dejado atrás a Andrenio para convertirme sin más remedio en Critilo. Miro donde miro y la mayoria de las cosas me parecen obviedades, perogrulladas, rizos de rizos, muchas alforjas para poco camino y mareos de perdiz. No hay peor cosa que ponerse a demostrar evidencias: el que lo hace siempre sale mal parado.  Si quieres acorralar a alguien, oblígale a que demuestre una evidencia, no falla.

Más allá de esas evidencias que nos empeñamos en demostrar creyendo que así pasarán del dogma profesional a la práctica profesional, forzando la formación hasta la deformación (algunas veces hasta la transformación, pero muy pocas); verdades y evidencias como que todo en el justo medio: la gramática implícita y la explícita, los ejercicios y la producción libre, partir de la realidad del alumno pero sin pasarse, conjugar las expectativas del alumno, del grupo, del profesor y de la institución, administrar y utilizar la tecnología como medio y no como fin, etc. Más allá de esas evidencias, decía, hete aquí que algo sí me ha motivado y ha llegado a sacarme de ese casi plácido descreimiento correcto y silencioso y llevarme hasta una si bien leve irritación. Y es que grandes profesionales se dejen engañar por el desparpajo cuando evalúan la fluidez.

Fluidez no está en el Diccionario de términos clave de ele de la casa, cómo puede ser, si es un elemento clave una piedra de toque de la evaluación certificativa; quizás por algo o quizás por ello se remita a... ¡corrección! Sí, sí, como lo leen.

La RAE no da muchas explicaciones cuando define fluidez como "cualidad de fluido"; aunque sin pretendero nos transporta al mundo líquido, la sociedad líquida, el amor líquido, etc., con las dos características que lo resumen: transitoriedad y desregulación.  ¿Estaremos inaugurando un nuevo cico metodológico en ELE: el liquidismo?

Sin embargo, miren lo que dice la Academia de desparpajo:
(De desparpajar).
1. m. coloq. Suma facilidad y desembarazo en el hablar o en las acciones.
2. m. coloq. Am. Cen. desorden (‖ confusión).
Eso exactamente: "desembarazo en el hablar o en las acciones", e incluso o sobre todo -me permito añadir- desembarazo en la acción de hablar.

La Wikipedia, la enciclopedia libre, ayuda un poco más cuando define fluidez:
En lingüística, fluidez es la capacidad de un hablante de expresarse correctamente con cierta facilidad y espontaneidad, tanto en su idioma materno como en una segunda lengua; esto permite que el hablante se desenvuelva de una manera [sic]. La fluidez viene dada en tres áreas:
  • Capacidad para crear ideas (área creativa).
  • Capacidad para producir, expresar y relacionar palabras (área lingüística).
  • Capacidad para conocer el significado de las palabras (área semántica).

Bien, pues eso, que fluidez no es desparpajo, por muy líquido que sea este mundo que vivimos; que la fluidez requiere corrección, ideas, relaciones y significados, y el desparpajo no.

Es verdad que fluidez, frente, por ejemplo, a corrección, pronunciación, alcance e incluso cohesión, tiene una naturaleza mixta, no simple. La fluidez es un compuesto que consiste en la capacidad de manejar esas sustancias simples. Pero por eso. No es desparpajo.

17 jul 2011

Los cotillas

Lo bueno que tienen las redes sociales es que no admiten mirones. Hacer lo que ha hecho el de la foto es, sobre todo, hacer el ridículo. Me pregunto quiénes serán sus ¡seis! amigos y por qué no le han mandado todavía a algún sitio, a aprender ciudadanía y sociabilidad.
Me viene al pelo para ilustrar el fenómeno del parasitismo en las redes, por fortuna cada vez menos frecuente y pocas veces tan excesivo. Eligió el burka para salir a la plaza pensando, estulto como el avestruz, que así nadie lo vería y él podría verlo todo. Y ahora se encuentra en medio de la plaza, con su ridículo disfraz, y sin poder enterarse de nada. En la sociedad en red sólo recibe el que da, y el que sólo quiere ser espectador se queda solo y atrás.

13 jul 2011

Miguel Gila: Me morí (de Cuentos para dormir mejor)

Hace años leí este cuento de Gila, que me gustó mucho y utilicé mucho en clase. Sirva hoy de homenaje:

Me morí
Yo no he creído nunca en esa historia de la reencarnación, pero después de haberme muerto varias veces estoy empezando a pensar que algo hay de cierto. Aunque les doy un consejo, yo que tengo experiencia. No se mueran nunca, porque después que te mueres ya ni puedes ir al teatro, ni jugar al dominó, ni veranear en una playa, ni ir a un baile, ni nada de nada, lo mejor es no morirse nunca, porque aunque la vida nos dé problemas y a veces depresiones, vivir es muy bonito. ¡Qué puñeta! Se lo digo yo que me he muerto varias veces. La primera vez que me morí, la culpa la tuve yo. Me lo habían advertido: «No te bañes en plena digestión.» Pero yo, con trece años, ¿qué sabía? No hice caso a mis padres y me tiré al agua cuando hacía media hora que me había comido una tortilla de patatas, cuatro filetes empanados, medio kilo de pan, tres empanadillas de atún y dos plátanos, y aunque me apretaron la barriga y me hicieron la respiración artificial, el boca a boca, no dio resultado. Al llenarse de agua los pulmones se produjo el paro cardíaco y ahí terminó la cosa. La verdad es que lo malo no fue morirme, lo peor fue lo mal que lo pasé tragando agua. Yo levantaba los brazos para que mis padres que estaban en la orilla se diesen cuenta de que me estaba ahogando, pero ellos creían que los saludaba y me contestaban agitando alegremente sus brazos. No sé si alguno de ustedes se ha ahogado alguna vez, pero les doy mi palabra de que se pasa muy mal.
La segunda vez que me morí fue durante la guerra civil, tenía yo veinte años recién cumplidos y una novia que se llamaba Inés. Claro que esta vez no es que me morí, es que me mataron.
Estaba yo en las trincheras, tan contento, silbando flojito para que no me oyera el enemigo, cuando de pronto escuché el estruendo de un cañonazo. No me dio tiempo a nada, el proyectil hizo explosión en el mismo lugar donde estaba yo, y aunque me llevaron en una ambulancia de la Cruz Roja, no me dio tiempo a sobrevivir. Cuando llegamos al hospital, el médico de guardia dijo: «No hay nada que hacer, está muerto.» Les digo la verdad, esta vez sí que me molestó morirme, porque no fue como la primera vez que era un crío, esta segunda vez que me morí estaba en la mejor edad para disfrutar de la vida, pero así son las cosas, la muerte nos llega cuando menos lo esperamos. Toda la familia me lloró mucho, sobre todo Inés, porque habíamos convenido que al final de la guerra nos casaríamos. Y no me pude enterar de cuándo acabó la guerra ni de quién la ganó, si los rojos o los nacionales, y es que, aunque uno sabe que más tarde o más temprano se tiene que morir, da mucha rabia morirse a los veinte años. Lo único que me llena de orgullo es saber que morí luchando por un ideal. No culpo a los artilleros, ellos lo único que hacían era obedecer las órdenes de sus superiores, pero en el fondo aquello fue una cabronada, porque analizando el caso, ¿qué satisfacción podían encontrar con matarme?, pero ya se sabe lo que pasa en las guerras, que te matan ¿y a quién vas a reclamar?
Lo peor de morirse, y en esto tengo experiencia, es la forma, porque la muerte puede ser dulce o amarga, depende de cómo se produzca: hay gente que se acuesta, sufre un paro cardíaco mientras duerme y ni se entera de que se ha muerto, pero si te caes por un acantilado o de un andamio, ustedes no se pueden imaginar las cosas que se pueden llegar a pensar durante el trayecto. Y esto lo digo porque me pasó a mí.
La tercera vez que me morí fue al terminar la guerra. Me coloqué de albañil en un edificio de catorce pisos, y aunque no soy supersticioso estaba trabajando en el piso trece cuando llegó el peón con un montón de ladrillos, se movió el andamio, perdí el equilibrio y caí al vacío; en los pocos segundos que tardé en estrellarme contra el suelo pasó por mi mente toda la historia de mi vida, sin dejarme ni un capítulo. Y si entre alguno de ustedes hay un incrédulo, haga la prueba. Es increíble que el cerebro y la memoria, en esos pocos segundos que se tarda en llegar al suelo, puedan alcanzar una velocidad capaz de hacer ese recorrido por toda nuestra vida. Como si se tratara de un reportaje, van pasando todas las conversaciones y las imágenes de todos los años que hemos vivido hasta ese momento.
La cuarta vez que me morí fue por propia voluntad, porque no es que me muriese, es que me suicidé. Y ustedes no se pueden imaginar lo complicado que resulta suicidarse. Es muy difícil conseguir un arma de fuego, y si la consigues, no sabes si es mejor apuntarte al corazón, a la sien o al paladar. Uno siente cierto temor a la hora de apretar el gatillo, por eso, cuando tomé la determinación de quitarme de en medio, la cosa no resultó nada fácil. Ponerse una soga alrededor del cuello, subirse en una silla o en un taburete y saltar tampoco es moco de pavo, y no digamos arrojarse al vacío desde la terraza de un edificio de veinte pisos, y más en mi caso, que ya tenía la experiencia de aquella vez que me caí del andamio. Finalmente tomé la determinación de hacerlo con barbitúricos. Me tomé catorce pastillas de Valium, pero lo único que conseguí fue dormir como un rey cuatro días seguidos. Después me levanté como si nada hubiera pasado, como si hubiera hecho una cura de reposo. Por eso aumenté la dosis y me metí en el cuerpo ochenta y tantas pastillas. Alguien, no recuerdo quién, me encontró en estado de coma, me llevaron a un hospital, me hicieron un lavado de estómago y vuelta a la vida, medio tonto, pero vivo. No les voy a contar los motivos que me llevaron a tomar esta determinación, pero como mi idea del suicidio seguía latente, mezclé ciento veinte pastillas de varios barbitúricos y sólo así me pude suicidar.
Y para terminar les cuento cómo fue la última vez que me morí. Me acuerdo como si hubiera sido ayer por la tarde. Ya tenía yo ochenta y dos años, tal vez ochenta y tres, no lo recuerdo bien, porque a esa edad ya me fallaba la memoria. Lo que sí recuerdo es que mi nieto decía: «A mí me da mucha pena que se muera el abuelito porque siempre que íbamos de paseo me compraba un helado de vainilla.» Yo, la verdad, no tenía muchas ganas de morirme porque era un día de primavera y en la calle hacía un sol precioso, pero a pesar de que en mi horóscopo decía: «Salud, buena», como los médicos dijeron que lo mío no tenía solución, no tuve más remedio que morirme. Me acuerdo de que vinieron al entierro dos viejecitos que eran amigos míos de tomar el sol, pero nunca supe cómo se llamaba ninguno de los dos. También estuvieron en mi entierro algunos vecinos y mis familiares. No puedo recordar lo que dijo el cura, porque como les explicaba antes, aunque el horóscopo decía: «Salud, buena», yo no andaba bien del oído. Recuerdo, eso sí, que después del entierro se fueron todos a sus casas y yo me quedé allí con las coronas y las flores.
Y aquí me tienen, que aparte de algún catarro no he vuelto a tener ningún problema, y es que lo importante es apreciar la vida, porque aunque a veces las cosas no vienen como uno quiere, vivir es muy bonito, ¡qué puñeta!

5 jul 2011

La Historia de la Humanidad hasta hoy

Durante tres días de esta semana he compartido con algunos de mis compañeros de trabajo un taller que hemos titulado HERRAMIENTAS DE INTERNET y que yo subtitulé Desde el despacho de al lado, intentando destacar la horizontalidad y la preponderancia, como metáfora, de las redes sobre los árboles. El objetivo que me marcaron y que originó mi compromiso era sobre todo presentar y juguetear con las herramientas gratuitas que Internet pone a nuestra disposición para mejorar nuestro rendimiento personal y laboral, haciendo nuestra vida más fácil. Yo no soy ninguna experta, ni mucho menos; yo simplemente he jugueteado mucho (o trasteado, como dicen ahora), porque intuía que me podía aportar muchas cosas y allanar muchos caminos.

Pero con las múltiples e inevitables presentaciones y jugueteos se corre el riesgo de montar una especie de álbum o de itinerario de diferentes servicios (que sin duda serán otros pasado mañana) sin que se perciba y ni siquiera se intuya lo realmente importante, es decir: la tremenda dimensión del cambio de paradigma que nos ha tocado vivir. Así que decidí que lo primero que tenía que hacer era enmarcar, hacer explícitas todas las implicaciones, situar esta revolución del conocimiento humano en relación a las otras que ha habido. De modo que era inevitable subirse al púlpito y soltar un sermón, y es lo que hice (reconozco que echar sermones no me cuesta mucho trabajo, porque me viene de familia).

Además, hace mucho tiempo que me pregunto dónde están mis amigos y colegas en Internet.  Le he dedicado mucha reflexión a este asunto, porque me preocupa mucho. Yo misma soy una especie de conversa de las redes sociales; acepté una invitación a Facebook hará tres años y, a pesar de mi pasión por Internet, me borré casi inmediatamente, un poco asustada y sin entender nada. Ahora tengo más "amigos" en Facebook de la edad de mis sobrinos que de la mía, y son poquísimos los que son de mi generación o la de mis hermanos. Mis amigos de toda la vida, mis colegas de casi media vida, la mayoría de ellos pertenecientes al mundo de la docencia, tienen mil prevenciones contra Internet, y no están por ningún lado. A mí me parece terrible que se aparten de la realidad de sus alumnos y que desprecien sin conocerla un arma que está determinando ya y cambiando irremisiblemente el mundo de la educación tal y como lo hemos conocido hasta ahora. Tengo una teoría de por qué rechazan Internet y sobre todo de por qué rechazan  Facebook o cualquier red social tan virulentamente.

Así que para intentar explicar todo esto, seré breve y hablaré de la Historia de la Humanidad hasta hoy.

La historia de la humanidad hasta el día de hoy ha consistido en perseguir dos de los atributos de la divinidad: la ubicuidad y la eternidad, para romper las barreras que nos imponen el tiempo y el espacio. El ser humano persigue romper la linealidad del tiempo que le lleva del pasado hacia el futuro, y hacerla círculos como quien la hace añicos, recuperando el pasado y haciendo presente el futuro. Y pretende también superar las del espacio y poder llegar más lejos del propio cuerpo y poder estar en muchos sitios a la vez.

En la Prehistoria, el desarrollo del lenguaje fue clave en la hegemonía del sapiens-sapiens. Con el lenguaje, el sapiens tocaba más allá de sus manos, incidía en el exterior más allá de sus manos. Gracias al lenguaje. Un lenguaje no instintivo, un lenguaje que implica socialización, porque es un instrumento que sólo se aprende a usar si lo aprendes de otros (las redes sociales nos hicieron humanos). Un lenguaje hablado que muy pronto se tradujo a símbolos, destinados a otros individuos que no comparten forzosamente ni el mismo tiempo ni el mismo espacio, lo cual anula una de las características fundamentales de la lengua natural: la transitoriedad. Los símbolos garantizan la permanencia en el tiempo, pero también anulan la linealidad del modo de comunicación audiovocal, donde lógicamente para ser comprensible se empieza por el primer elemento (sonido, sílaba, palabra, frase...) de la cadena y se acaba por el último.

La Historia más tarde comenzó con la invención de la escritura (una invención que ocurrió más o menos en muchos lugares distintos a la vez, porque era inevitable). La escritura viene a ser una representación sistemática de la lengua hablada, y por lo tanto, una fijación; con la escritura, la lengua supera los límites espaciotemporales y se hace reproducible en su propia transitoriedad. Al mismo tiempo esa fijación y esa reproductibilidad fijan, consolidan, fortalecen el orden social y económico a través de los contratos, tratados, registros... Poseer o controlar los secretos de la escritura garantizaba poder y hegemonía (recuérdese cómo se maldice a los escribas en el Nuevo Testamento: eran los que escribían y los que interpretaban las leyes). Para quienes no estaban en el secreto, la escritura era casi algo mágico y arcano: pensemos que las religiones hegemónicas fueron las religiones del Libro. Recordemos después a la Iglesia y sus manuscritos miniados, su laborioso proceso de edición que garantizaba una difusión mínima y controlada.

Pero en 1450 Gutemberg, con una vieja prensa de vino tuneada, fabrica la Edad Moderna, a la que sólo ahora estamos despidiendo. La invención de la imprenta acarreó un nuevo mundo: la reproductibilidad propia de la escritura se multiplicaba y aceleraba de un modo inimaginable, y por lo tanto el acceso a los libros se extendía tanto como se abarataba, y sobre todo, dejaba de estar controlado. La copia ahora era exacta, la lectura se democratizaba, y la escritura se desacralizaba, se convertía en negocio, en objeto de comercio, se exploraban nuevos públicos, nuevos temas: un progreso inimaginable, una revolución que ha durado hasta hace un momento, llevando al límite la condición de reproductibilidad y por lo tanto llevando los productos culturales a las masas: la fotografía reproduciendo imágenes, momentos; el cine reproduciendo movimiento, secuencias; el fonógrafo reproduciendo secuencias de sonidos exactas a sí mismas (música, texto), el teléfono, transportando el lenguaje por el espacio por encima de los requisitos temporales naturales; la máquina de escribir, el ordenador, llevando la imprenta a casa; la fotocopiadora, la impresora, reproduciendo el libro, el texto; Internet como una enorme biblioteca en casa, infinita, inabarcable.

En definitiva, todo en la Historia de la Humanidad ha sido intentar rebasar límites especiales y temporales que nos imponía como especie el mundo físico; para ello surgió la comunicación escrita, donde inicialmente lo más simple y eficaz (debido a las características y limitaciones medio físico en el cual se daba esta comunicación escrita)  fue especializar las funciones de emisor y receptor, y transformarlos en autor y lector (o consumidor, o usuario).

La primera Internet reproduce el mundo del libro y las bibliotecas, sin sus limitaciones espaciales y de difusión; el papel de autor y receptor no son intercambiables todavía, al contrario de lo que ocurre con la comunicación a través de la lengua hablada. Pero con la Internet de ahora mismo esto ya no es así. La Internet de ahora (web2.0 o red social, que es lo mismoes una gran conversación, en la que los contenidos se generan de los chispazos al conectarse para construir, compartir y colaborar.

En esta época que Internet nos hace vivir, algunos de los límites tradicionales que nos dan seguridad en el mundo físico son ahora mucho menos seguros: en el tiempo, el ahora y el antes (gracias a Internet, ya no hay canción del verano; gracias a Internet todo lo que me perdí por mi edad o por mi ubicación me es ahora accesible); en el espacio, el aquí y el allí; en los productos, el original y la copia; en las funciones, el emisor y el receptor, el autor y el público; en la educación, el enseñar y aprender, el profesor y  el alumno; en la vida y sus actividades, el ocio y el trabajo; en los ámbitos, el público y el privado; en las relaciones personales, la vida personal y la vida laboral...

Esta novedad, como casi todas las que han hecho crecer a la humanidad (leí una vez que Sócrates prevenía contra la escritura, cuya expansión debilitaría según él la capacidad memorística de los jóvenes griegos) genera un rechazo que nace del miedo o del desprecio o de la ignorancia o de las tres cosas. Todos los días, de un modo o de otro, oímos los mismos tópicos: ¡Infantiles! ¡Exhibicionistas! ¡Ególatras! ¡Pretenciosos! ¡Soberbios! ¡Frívolos! ¡Inconscientes! ¡Ociosos! ¡Plagiadores! ¡Vulgares, adocenados! ¡Superficiales!

Y no. Se trata simplemente otra mentalidad. La gente de mi generación se hizo mayor en la idea de que ser trascendente era una obligación; fuimos a la escuela en los últimos tiempos de Franco, hacíamos examen de conciencia, confesábamos los pecados y cumplíamos la penitencia. Somos la generación de la Transición: estábamos a las puertas de la adolescencia o en plena adolescencia cuando murió Franco, y teníamos hermanos mayores. Vivimos esos años de efervescencia, donde todo tenía que tener mensaje, donde uno tenía que definirse, donde había que decidir dónde se militaba y si se militaba, donde votábamos si votábamos o si votábamos luego si votábamos, octavillas, pegatinas, fiestas del PCE, asambleas, sentadas, cines de arte y ensayo, versiones subtituladas, los grises, los fachas... Donde los no concienciados, los frívolos, los superficiales eran inmediatamente marginados por su pobreza intelectual. Era obligatorio ser trascendente: si el arte no llevaba un mensaje evidente y explícito era rechazado, despreciado, como producto menor, para gente sin inquietudes. Es verdad que tanto mensaje y tanto compromiso acabó hartando, y que bien pronto surgió la Movida. Pero la Movida tardó en ser admitida: sólo lo fue cuando en su irreverencia se descubrió también mensaje y un tipo de compromiso.

Para mi generación, obsesionada por esa trascendencia, sólo merece la pena abrir la boca para pasar a la Historia. Y a mí eso sí que me parece pretencioso, eso sí que es soberbia de verdad: pretender la posesión de las ideas. Es una nueva mentalidad. Hay que reivindicar el eco y el matiz, la humildad: no moverse o moverse sólo para el reconocimiento la originalidad, el descubrimiento, la patente o la paternidad individual es pecado de lesa humildad, de lesa modestia. Pretender pasar a la Historia o, si no, no contribuir, es un comportamiento moralmente dudoso que nace del individualismo romántico, de la galaxia Gutemberg en la que sólo un individuo (el que en un momento se transforma en emisor de un texto escrito) se considera generador y propietario de la idea, por mucho que venga de lejos. Esa mentalidad ordena la sociedad con estructura de árbol, en gurpos jerárquicos según su relación con la autor/idad socialmente reconocida de la Idea; así se ordena el mundo laboral y el educativo. El poder y el conocimiento son unidireccionales, y sólo la posición en la jerarquía determina el grado de autonomía.  Su paradigma es la cultura escrita, lineal, delimitada, autoral.

Pero en la galaxia Berners-Lee que estamos inaugurando el individuo en conexión supera sus limitaciones, porque son las redes de individuos las generadoras de la Idea, los grupos reticulares, cambiantes, horizontales, multidireccionales, autónomos. Su paradigma es la cultura oral, caótica, no delimitada, no lineal, co-autoral: el hipertexto. El Arcipreste de Hita, se me ocurre, hubiera sido feliz aquí.

Entonces, si eternidad y ubicuidad son cualidades divinas, Internet nos hace dioses.

3 jul 2011

Querétaro y el #15M en #eldiae

En la última edición de El día E, la fiesta de todos los que hablamos español, celebrada el pasado sábado 18 de junio, resultó elegida como palabra más hermosa del español el término Querétaro, propuesto por el actor mejicano Gael García Bernal, y que no es propiamente una palabra del español (como no lo es Santander, propuesta por Botín, en una especie de publicidad por emplazamiento bastante descarada), sino el nombre propio de un estado mejicano.
Desde entonces todos los días leo en la prensa, en blogs o en redes sociales, artículos donde sus respectivos autores se preguntan por qué, por qué fue elegida tan misteriosa palabra. A mí me extraña que cualquiera que conozca lo sucedido en las dos ediciones anteriores del Día E no entienda por qué la gente ha elegido querétaro.
Las palabras, sobre todo las que no se entienden, siempre han ejercido una tremenda fascinación en el ser humano. Ese poder mágico de las palabras lo explota hoy como nunca el mundo de la publicidad: palabras extranjeras, terminología científica o técnica tratan de convencernos de que compremos un producto en lugar de otro. Así esas palabras misteriosas, mágicas se llenan de significados que muchas veces no tienen y se transforman en conjuros o en invocaciones.
Yo creo que algo así ha pasado con querétaro, que la gente la ha votado porque no podía votar otra cosa y porque era la única palabra sin significado entre las propuestas este año por el Día E, y no que todo México la haya votado. Sin significado, significaba cualquier cosa que uno quisiera, y sobre todo significaba torpedear desde dentro la iniciativa.
Porque este año, para evitar los problemas técnicos que surgieron en el 2009 con chapuza y en el 2010 con república, el Instituto Cervantes eligió a 30 famosos de la cultura y el espectáculo (como Boris Izaguirre, Alejandro Sanz, Isabel Allende, Shakira, Ferrán Adriá, Ana María Matute, Raphael, Emilio Botín, Vargas Llosa, etc.) para seleccionar las únicas treinta palabras propuestas a los internautas, de modo que sólo nos quedaba elegir una de entre ellas.
Ya en el 2009 algo relacionado con lo que ahora se llama 15M asomó a la Red, aprovechando la generosidad o la falta de previsión o la simpleza inocente de la propuesta del Instituto Cervantes y eligió chapuza e infamia como las dos palabras ganadoras. Algo similar volvió a ocurrir en el 2010, con república. Este año, el año de la eclosión del 15M y ante la imposibilidad de poder elegir libremente una palabra, ganó querétaro. Yo creo que era lo lógico.

20 jun 2011

educación, autonomía, tradición y tics

No puedo estar más de acuerdo, como madre y como docente:  los buenos principios pedagógicos son eternos (F. Muñoz de la Peña, Aulablog 21):
Una educación de calidad es posible con TIC o sin TIC al igual que una mala educación, pero estoy convencido que las herramientas de la Web 2.0 nos ayudarán enormemente a lograr esa educación soñada.Seguro que, de vivir en nuestros días, Giner de los Ríos tendría un blog en Blogger, habría publicado las fotos de su viaje a Lisboa en Flicker, sus alumnos usarían Twitter  en el aula y Tuenti fuera de ella y yo dentro de un rato recibiría un amable comentario suyo en este blog.

No creo que pueda haber aprendizaje si no se educa para la autonomía. Mi maestra de escuela rural quizás no lo formuló, pero así lo hizo.

2 jun 2011

Colegas y TICs y tics


Cuando se va teniendo una edad la gente suele refugiarse en que se va teniendo una edad para escaquearse de las novedades, que dan mucha pereza. "¡Uf, de dónde sacas tiempo para eso!", o mejor: "¡Yo no sé cómo te da tiempo para eso!", o mejor todavía: "¡Yo es que no tengo tiempo para esas cosas!" te dicen. Y hay que callarse. Callarse y pasar por alto ese punto de reproche, de acusación de perder el tiempo o de robárselo al trabajo de verdad. 
Y eso es lo que pasa con los cursos a distancia, que uno no puede escaquearse. ¡Ay, esos benditos talleres que empiezan con una lluvia de ideas y prosiguen con la formación de grupos de tres para terminar horas después con un "lo siento, el tiempo se nos ha echado encima, ya no puedo..., ha sido todo tan interesante y habéis participado tanto... Bueno, aquí os dejo mi dirección electrónica para los que queráis me pidáis el pouerpoin y yo os lo envío. Muchas gracias".
¡Qué comodidad! Son lo mejor para cuando la carga de ego y de soberbia hace que empiece a costar subir las escaleras. Y esa pereza no tiene edad.

30 may 2011

Este niño no me subjuntiva

Conste que a mí, como madre y sobre todo como trabajadora del español, me parece bien que existan esos cocos, esos sacamantecas, esos ogros, esos hombres del saco de la Gramática. Así me siento más necesaria y así garantizo también el pan de mis hijos.
No obstante, cuando periódicamente me encuentro con frases como la que da título a esta entrada, me dan ganas de llorar, aunque al poco se me pasan. No sé si lo que se necesita es deformación en lugar de formación o si lo que se tiene es deformación en lugar de formación.
Quizás esto futuramente sea también pan de mis hijos, ya que lo es casi de cada día.


Información básica


Nombre:
Anti subjuntivo
Categoría:
Arte y entretenimiento - Famosos
Descripción:
Te apetece mucho espanol?Y tambien crees que subjuntivo lo hace menos atractivo?Eso es el grupo mas ideal para ti.Se agrega y grita:Para el sufrimiento inutil y deja subjuntivo!!
Privacidad:
Abierto: todo el contenido es público.

17 mar 2011

17 de marzo, 150 aniversario de la Unidad de Italia

Debo empezar diciendo que con lo que está pasando no deja de resultarme casi obsceno ponerme a hablar de cualquier cosa que no sea de lo único importante. Y de eso no puedo hablar, por sobrecogimiento y por ignorancia. Pero qué nos queda: tirar para delante y fingir que se puede hablar de otras cosas y que otras cosas tienen también su importancia.

Hoy 17 de marzo, Italia celebra el 150 aniversario de su historia como estado. Sólo quince décadas: Italia, siendo tan antigua, es sólo una quinceañera, una "minorenne", como dice Benigni.



Como homenaje personal a este país que tanto me enseña, he querido empezar con esta canción tan hermosa de Lucilla Gallezzi: Voglio una casa, una excelente metáfora para estos momentos.

Los que llevamos tantos años por el mundo sabemos que hay cosas que pasan siempre de la misma manera, aunque siempre sean nuevas; sabemos que en el ritual de vivir un país más allá del decálogo turístico de monumentos, museos, enclaves o ciudades, en el baño social que implica encontrar una casa, aprenderte un camino, encontrar dónde colocar cada detalle de tu rutina, se pasa por unas etapas que se suceden siempre con precisión aritmética, pero que no por ello dejamos de experimentar cada vez en cada país como novedades, como experiencias determinantes, como aprendizaje.

Yo estoy pasando por una de esas etapas: lo sé, la conozco; sé que es pronto para decir nada, que por muy sorprendente que puedan ser algunas cosas para mí en estos momentos, probablemente y para mí misma no dejarán de ser una verdad de Pero Grullo dentro de poco tiempo.


No obstante, me concedo el placer de equivocarme: al fin y al cabo, es la segunda vez que aterrizo para vivir este país. Así que, escudándome en eso, porque es muy tentador celebrar así el 150 aniversario de la unidad de Italia y porque en algo tangible debo ver plasmadas para no morir de depresión la media de 13 ¡trece, se dice pronto! horas semanales que, gracias al desinteresado -e indiferente- gesto del Atac, dedico a la observación, reflexión y elaboración de hipótesis acerca de lo que me rodea, así que, por todo eso, voy a decidirme por fin a escribir estas líneas, que tantas veces he escrito (cada vez de una manera, y ésta no es la mejor) y otras tantas se han evaporado al bajar del autobús.

Resulta que este país tan rematadamente viejo, tan rematadamente antiguo, tan en el origen de todos nosotros, tan nuestro abuelo, es el más joven de los que nos rodean. Ésa y sus miles de otras contradicciones son sin duda la raíz de su encanto y de la atracción que ejerce y el desconcierto que provoca. En las calles cacas de perro y altares a la Virgen ante los que la gente se santigua al pasar (con el perro); monumentos funerarios en las esquinas y en las farolas, dedicados no se sabe si al pobre peatón arrollado por la moto o al pobre motero víctima de una estética; declaraciones de amor desesperado escritas en los contenedores del papel rebosantes de vidrios y latas y más cacas de perro; la sumisión a la estética y el espectáculo de lo bajuno y soez; el barbone tirado en la acera cerca del plato con comida de gatos que un alma caritativa ha dejado debajo de un coche (también en la acera); la mano que saluda al Papa y le toca el culo a las niñas; el país que inventó el desaliño milimetrado, las gafas de sol descomunales y el cinturón para lucir el calzoncillo; el país que le puso tacón a las deportivas, el país que ha sabido hacer categoría estética del desconchón y de la ruina; el país que supo vender cocina de lujo con los más humildes ingredientes; el país de los más modernos postrado ante el televisor y paralizado durante el Festival de San Remo; un país unido en la pasta asciuta y en el culto a la mamma, siempre a la última y siempre igual a sí mismo. Y podríamos seguir, cada uno añadiendo la suya.

En la fase de adaptación en la que me encuentro, a medida que vas conociendo el país y su lengua, vas intentando explicarte el uno por la otra o al revés. Es un ejercicio un poco tonto, lo sé, pero es muy divertido, y en el autobús se pasa el rato divinamente con él. Es lingüística ficción, sí, pero tiene su base real, como las novelas de Julio Verne. Así que ya le he encontrado una explicación a tantas contradicciones, a tanto caos: cómo no con una lengua en la que hay dirección pero no hay sentido: la misma palabra para hola y para adiós, para saludar y para despedir, para traer y para llevar, para por y para para (bueno, casi), para ir y para venir.  

Éste es un país grande, no sé si más romano que hérulo u ostrogodo (en los grandes imperios pasa así, también en la lengua: las esencias se conservan mejor en las provincias que en la metrópoli), que mejor que ninguno sabe sobreponerse a sus dirigentes y a sí mismo y sus miserias también. Hoy celebra (la gente sí: los chinos se han hartado de vender banderas) 150 años de una casa y casi de una lengua, que nacieron Dios sabe cuándo:

11 mar 2011

comandos

Mordiendo el cuchillo, con el traje de camuflaje bastante deteriorado y apartando las lianas. Abrigados en su jerarquía y en sus certezas, cuando uno flaquea mira al otro, y con la mirada le suplica que le diga que sí, que es verdad, que acaba de haber oído el zumbido de un bombardero, o de haber visto un buque de guerra, o un paracaidista enemigo camuflado entre los árboles. Llevan así ya no recuerdan desde cuándo, y saben que nadie podrá rescatarlos nunca: ellos lo impedirán, porque no sabrían vivir de otro modo, sin amenazas ni enemigos

31 ene 2011

Filósofos y poetas en Babia, ignotos o ignorantes

A Fernando Savater nunca lo había visto torpear tanto, la verdad, como el otro día en El País: Los colegas de 'Mad Max'. Por una vez puedo decir que no entiende nada. Es verdad que sus argumentos visten un poco más que los de Bardem, pero resultan igualmente superficiales, básicos, infantiles. Babelia sacó este sábado un suplemento sobre Internet, en el que figuraba un interesante artículo de Juan Freire: Las paradojas de Internet,  que acaba así:
La Internet de masas es más de lo mismo; un espacio interesante para el entretenimiento y la publicidad. La verdadera transformación social es más callada. La cultura digital se asienta sobre nuevos valores o sobre la revitalización de otros como lo abierto, la producción, la copia, la remezcla, la reputación o la meritocracia. Y aquí emerge la segunda paradoja de Internet, la que deriva de las dificultades para entender este nuevo escenario con los criterios convencionales. Surgen nuevos referentes, muchas veces fuera de la academia y de los medios. Las historias y los discursos son cada vez más transmediáticos y fragmentarios, y en ellos las obras derivadas juegan papeles tan importantes como los de lo que antes denominábamos originales. Y buena parte de esta producción exuberante es efímera, destinada a una vida corta.
Convivir con estas paradojas puede provocar traumas. Así, ¿dónde quedan los grandes referentes culturales e intelectuales? Inevitablemente sufren, a veces de forma dolorosa para sus propios egos, una devaluación por la abundancia que provoca la competencia con amateurs, por su dependencia de los medios que cargan con sus propias crisis, e incluso por su falta de competencias digitales, de destrezas para moverse y comunicarse en el entorno digital.
Pero también aparecía el poema que copio abajo.  No sé, debo de haber perdido -contaminada por las malas compañías de la Red- todo mi paladar poético, que creía tan cultivado. Vean este sermón de la montaña, tan pedestre como estos versos: "Tienen pocos amigos. / No exponen sus instantes. / No desgastan las cosas / ni el lenguaje. Network / para ellos es malla / que detiene la plata de los peces."




sábado 29 de enero de 2011

Benditos los ignotos

"Heil den unbekannten"
J. W. Goethe, Das Göttliche

Benditos los ignotos,
los que no tienen página
en internet, perfil
que los retrate en facebook,
ni artículo que hable
de ellos en wikipedia.
Los que no tienen blog.
Ni siquiera correo
electrónico, todo
les llega si les llega,
con un ritmo más lento.
Tienen pocos amigos.
No exponen sus instantes.
No desgastan las cosas
ni el lenguaje. Network
para ellos es malla
que detiene la plata de los peces.
Benditos los que viven
como cuando nacieron
y pasan las mañanas oyendo el olmo
que creció junto al río
sin que nadie
lo plantara.
Benditos los ignotos
los que tienen
intimidad.

Juan Antonio González Iglesias

27 ene 2011

El pensamiento Office

Hace tiempo que quería escribir un apunte (otra cosa no, imposible, desde este estado de beta permanente) sobre cómo Microsoft ha conformado nuestras mentes, sobre todo en nuestro sector, el de la enseñanza. Hablaba a algunos colegas de la necesidad que sentía de construir un espacio para algo como una Guía del Profesor y descubrí que si no me entendían era porque lo concebían como un documento imprimible, que empezaba por la primera línea y como es lógico terminaba en la última. Hoy el título de estas líneas de Juan Quintana, Cómo salir de la era PC - Redes Sociales Educativas, me ha arrastrado por fin hasta mi cuaderno.

El invento más grande y definitivo de mis años de estudiante y posteriores fue la fotocopiadora, que nos ahorraba mucho tiempo cuando íbamos a las bibliotecas o faltábamos a clase; hice la tesis con fichas, fotocopias y visitas a la Biblioteca Nacional desde Marruecos (porque afortunadamente en aquel entonces mi trabajo allá me pagaba sobre todo con tiempo, y me dejaba muchas horas y temporadas libres para dedicarlas a curiosear en lo que me gustaba: la literatura barroca). La fotocopia reproducía material, impreso o manuscrito, lineal, bien demarcado, finito, abarcable, cuantificable y medible; la fotocopia reproducía y por lo tanto democratizaba aún más la galaxia Gutemberg, que finalmente lo que había hecho a su vez no era más que divulgar y democratizar los manuscritos también finitos, delimitados, lineales y cuantificables, propios de la literatura culta y escrita; la oralidad, caótica, difusa, circular y multidireccional quedaba fuera de ese mundo, quedaba fuera del libro (manuscrito o impreso), quedaba en sus alrededores, quedaba en las aulas, en las tertulias, en las posadas, en las plazas y en las almohadas.

Internet ha hecho texto el caos oral. Por eso Internet -y no el ordenador- me parece una revolución mucho más trascendente que la de Gutemberg, que sin embargo dio lugar hace medio milenio ni más ni menos que al mundo moderno que hasta hoy no hemos empezado a despedir. Estamos viviendo sólo los comienzos de una nueva era, la de la Gran Conversación, la galaxia Berners-Lee, un Big Bang conversacional de la que la galaxia Marconi sólo fue un tímido preludio, nada revolucionario en sí mismo según esta idea.

Venimos todos aún del mundo de Gutemberg, a pesar de la tele y del teléfono; venimos de la cultura del texto delimitado y finito, encumbrado en la tarima, sacralizado en la prosternación reverencial de la nota a pie de página. Y la rapidez, la capacidad, la comunicabilidad que le proporciona a ese mundo el ordenador (acabé mi tesis en el 89 ¡a máquina!) nos ha impactado tanto que no nos ha dejado ver la verdadera revolución que ha propiciado la maquinita: Internet.

El ordenador, que abre la puerta de Internet, exhibe su memoria y su velocidad y nos dificulta traspasar ese umbral. Aunque tengamos delante el nuevo mundo que Internet nos propone, nuestra inercia nos lleva a utilizar el ordenador e incluso las redes de ordenadores para replicar nuestro mundo conocido y amigable de material impreso: el del mundo imprimible, encuadernable, y por lo tanto, lineal y finito, autoral. El mundo Office. El del copyright.

Pero hay vida más allá de Office, aunque nuestra inercia gutemberg nos dificulte hacerlo concebible. Es el mundo de la oralidad, de la co-lectividad, el mundo inabarcable, multidireccional, inacabado de la comunicación y del conocimiento; el mundo que abarca el libro y sus alrededores, el mundo que lo deshace en palabras, en ideas, en conexiones, en paradigmas. El mundo del Libro del Buen Amor, el mundo del libro centrífugo y centrípeto de Cervantes, el mundo del libro vertiginoso de Borges que es tanto el que está permanentemente por escribir como el que componen las letras del abecedario, que los ha escrito todos, como el que guarda y al mismo tiempo compone la biblioteca infinita.

En definitiva, que para comunicarme con mis colegas y construir por ejemplo una Guía del Profesor o una Guía del Alumno necesito salir de mi celda. Necesito espacios y tiempo, y redes y nodos, y no un archivo imprimible.