30 sept 2008

Ya nada será igual

Es verdad que no está bien no regar las plantas, no mimar los amores ni las comidas, no imponerse cierta disciplina. Todos los manuales dicen que lo que hago no debe hacerse. Y estoy de acuerdo: mea culpa.

En mi descargo me digo que los cuadernos de bitácora nacieron así: más para aclararse uno que para orientar a nadie, más contra el propio olvido que para alumbrar caminos a otros, más como registro que como propuesta.

Lo que no quiero que se me olvide es el torbellino de ideas (en absoluto originales, es así) que me vino a partir de la inevitable puesta en orden de mis cosas para dar forma al Taller mínimo de Internet para profesores de ELE que me tocó impartir en el Cervantes de Bruselas hace un par de semanas. Pero voy a destacar sólo tres:

Uno- La revolución que estamos vivendo, la más grande de la Historia, me parece a mí. Ya nada será igual a partir de ahora, como ya nada fue igual desde el invento de Guttemberg. Pero ahora más. Si dijera "no podemos quedar al margen" estaría quizás sugiriendo que nuestra voluntad puede algo con esto, como si hiciera un llamamiento para salir persiguiendo al grupo de cabeza: ¡Vamos, no nos quedemos atrás! Y no: cuando digo "no podemos quedar al margen" quiero decir literalmente que no podemos, que no tenemos fuerzas suficientes para quedar al margen, aunque así lo quisiéramos; que nos arrastrará, antes o después. Y lo mejor es prepararse, hacer mentiroso el verso que dice que el maestrillo del librillo desprecia cuanto ignora. Este vídeo me ha emocionado y expresa mucho de lo que quiero decir:




Dos- Que en esta revolución se pierden las fronteras de lo público y lo privado. Porque lo social lo une todo. Que no se trata de pudor frente a exhibición; el exhibicionista se cuela aprovechando la presencia de otros o la circunstancia oportuna, sin que nadie le llame; queda siempre en un segundo plano, gesticulando para llamar la atención de la cámara. Sin embargo, los ciudadanos de la Red no se cuelan en casa de nadie: simplemente han abierto su ventana, y desde ella , con la humildad que da el asumirse, contribuyen a la construcción colectiva; simplemente la caja de resonancia, el voto, es ya una contribución. No existe el plagio como nos lo explicaron; el plagio sólo existe en el oscurantismo romántico del culto al yo.

Tres- Que por eso la frontera entre lo personal y lo profesional es cada vez más difusa. Trabajamos en nuestras aficiones y nos gusta nuestro trabajo. El ocio del estudiante es el estudio, decía el maestro barroco. Así que el reproche a las tecnologías por el tiempo que nos roban es otra de esas ideas que ni son falsas ni dejan de serlo: simplemente ya no tienen sentido, así que tampoco hay que molestarse mucho justificando que se trata de una inversión y que las redacciones que antes te llevabas en papel también te llevaban su tiempo, etc.

Creo que son las tres ideas que alimentaron aquellas seis horas, que resumo aquí: