Después de las últimas entradas y casi como colofón del excelente curso Habilidades digitales de gestión de proyectos para responsables de equipos docentes, del Centro de Formación de Profesores del Instituto Cervantes, voy a destilar aquí cómo creo que funciona esencialmente mi ecosistema de aprendizaje, y, conscientemente, voy a prescindir de los nombres concretos o marcas de las herramientas tecnológicas de las que en tantos casos me sirvo. Son sólo dos pasos:
- Recibo estímulos e información desde muchos sitios y desde muchas personas, consciente o inconscientemente enviados y consciente o inconscientemente recibidos por mi parte: las personas que me rodean o que me rodearon: mis profesores, mis alumnos, mi familia, mis compañeros, mis amigos, directamente o a través de las redes sociales; la formación recibida y la que recibo de modo plenamente consciente y más o menos formal (inscripciones a cursos, MOOC), la que me procuro a través de mis libros o mis vídeos, o mis suscripciones o mis redes profesionales o mis sitios favoritos, la que me viene dada por mi vida laboral (documentos profesionales que necesariamente tengo que manejar para hacer mi trabajo)... Todo sirve, todo fecunda el cerebro.
- Con una parte (siempre demasiado pequeña) de esa información, puedo hacer tres cosas, no excluyentes: como una biblioteca organizada, retenerla y clasificarla; como un eco o un altavoz, difundirla y matizarla (distorsionarla), y, demasiado pocas veces, como un nodo en la red, recrearla e incluso enriquecerla con mi propia visión o mi matiz. La información pasa por mi boca, por mis dedos, y escribo o hablo: mi cuaderno, mis charlas, mis cursos, y ya lleva también algo de mí.
Lógicamente, entre el paso 1 y el paso 2 puede haber (bueno, en mi caso de hecho hay) un enorme tiempo de latencia. Puede ocurrir también que un estímulo nuevo fecunde una idea vieja u olvidada, que creía muerta o inútil. Y, por supuesto, puede ocurrir que muchos estímulos se pierdan porque mi cerebro no da para tanto. No obstante, sostengo que de algún modo Internet nos hace dioses, porque nos acerca a la inmanencia y a la ubicuidad y atemporalidad. Pero dioses humildes, conscientes de que nada se crea, todo se recrea. Miren:
No hay comentarios:
Publicar un comentario