23 abr 2013

23 de abril, Día del libro

Hoy es 23 de abril, que venía siendo, más o menos desde principios del siglo pasado (pueden consultar la historia aquí), el Día del libro en nuestra machacona rueda del año conmemorativa y comercial, pero que últimamente, desde 1995, es el Día del libro y de los derechos de autor, instituido en 1995 por la UNESCO "con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor", como dice la Wikipedia.

Se celebra precisamente hoy porque el 23 de abril de 1616 fue enterrado Cervantes (que murió el 22) y porque el 23 de abril (de otro calendario, el juliano; en realidad, el 3 de mayo del gregoriano) del mismo 1616 murió Shakespeare. Y yo me pregunto qué pensarían ellos de la industria editorial, de la protección de la propiedad intelectual y de los derechos de autor. E incluso de la lectura.

Los libros se leían en las posadas por quien sabía para entretener a los demás viajeros (me da por pensar en la Venta de Juan Palomeque como en un Megaupload avant la lettre); los libros se vendían por el valor de su peso en papel, marcado por una romana y certificado por la autoridad. Los autores tomaban lo que les apetecía de donde les daba la gana, y si lo hicieron bien después la historia se encargó de premiarles. Cervantes hizo reivindicar su autoría a dos personajes de ficción, hijos del ingenio del autor de ficción de su ficción, Cide Hamete, frente al usurpador Avellaneda, que, aunque oculto tras un seudónimo, era una persona bien real. Y no le enfadaba tanto el hecho de que "vendiera" su falso Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras. Compuesto por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas, como que se hubiera atrevido a escribirlo.

Ni Cervantes, ni Quevedo, ni Góngora, ni Garcilaso (dejemos el teatro y a Lope aparte) se ganaron la vida como escritores ni nunca aspiraron a ello. Y no los hay más grandes.

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