6 jun 2007

profe 2.0

Este fin de semana he asistido al seminario de Emilio. Han surgido temas interesantes: los derechos de autor, los derechos del autor, la utilidad de las utilidades 2.0, el compromiso con la profesión, etc.
Como siempre, han surgido los escepticismos. Como siempre, en la dosis adecuada son muy beneficiosos: un poco menos y se anula el sentico crítico, un poco más y nos paralizan.
No sé si nos estamos dando cuenta de lo que está pasando. Emilo insistió en ello, en el cambio radical de perspectiva que implica la aparición de estas tecnologías y su aplicación al campo educativo.
Yo me voy a extender un poco sobre esto: estamos viviendo una revolución copernicana, estamos cambiando de Era, creo. La reverencia al texto escrito es parte de nuestras raíces semíticas quizás, si bien la historia del cristianismo es en buena parte el resultado de discusiones filológicas. En el mundo de Gutemberg ¿era él consciente del poder del artefacto que estaba inventando? Extender la lectura, democratizar el acceso al texto y a la cultura, hacer el verbo cada vez más carne. El Humanismo, la Edad Moderna, en definitiva.
El caso es que en el hato que nosotros, profesores formados en el siglo xx, trajimos en nuestros cayucos está que antes de discutir un texto escrito, que dota de autoridad a un individuo por encima de los demás, hay que dotarse de un aparato crítico: notas a pie de página y referencias son las únicas justificaciones a la discusión y la crítica del texto. Su creación es patrimonio de unos pocos. Los lectores son legión; los escritores, los elegidos.
Ahora ya esto nunca va a ser así, probablemente ni siquiera en literatura (si es que podemos seguir manteniendo esa etiqueta en soledad bajo los textos, sin la compañía y precisión de otras). Ahora el verbo se ha hecho carne nuestra, definitivamente. Los textos son colectivos y todos tenemos algo que decir. Y nunca definitivos, siempre versiones beta, constantemente revisadas. Gutemberg en la escritura, después de tantos siglos.
Hemos de perder miedo escénico y prejuicios. Hemos de perder sobre todo el orgullo paralizante de pretender descubrir la penicilina o si no nada. Escribir, participar es sólo comunicarse, aportar un matiz, una formulación, una duda, una inseguridad, una perspectiva, una sospecha, un atisbo. Un texto escrito no es necesariamente ni narcisismo ni estupidez ni vanagloria. Es construcción colectiva. Hay que aprender a verlo así.

5 comentarios:

Mª Isabel González Martínez dijo...

¡¡¡Estupendo!!! ¡La revolución nos acompaña! Hay que predicar con el ejemplo. Si en nuestras clases proliferan el conocimiento compartido y el aprendizaje cooperativo, ¿por qué no vamos a compartir nuestro trabajo con otros? Hay que sacar nuestro trabajo a la luz y no tener miedo; es un modo de acabar con la idea del profesor del pasado y con la soledad profesional que, a veces, nos acompaña. Nuestra profesión sufre cambios y hay que asumirlos... Cuando uno/a comparte se enriquece y mejora ;).
Te sigo...

Anónimo dijo...

Bueno, haré de maestro de ceremonias.

Teresa, Maribel. Maribel, Teresa.

Teresa, el comentario anterior es de Maribel, que tanto nos hizo pensar en el seminario de Bruselas. Como dice Rosa, tenemos que sacar esa maribel que todos llevamos dentro.

Maribel, estás en el blog de mi antigua jefa de estudios, que tuvo la amabilidad de invitarme a Bruselas.

Bueno, hechas las cortesías, un saludo cariñoso a las dos.

Anónimo dijo...

¿O ya os conocíais?

Mª Isabel González Martínez dijo...

jajaja. Encantada, Teresa :D. Gracias, Emilio por hacer de maestro de ceremonias ;). Eres un encanto. No tenía el gusto de conocer a Teresa hasta ahora.

Un beso

Teresa de Santos dijo...

Lo mismo digo: encantada, Maribel. No veas lo famosa que te ha hecho Emilio en Bruselas. Saludos
Teresa