Tengo alguna experiencia en la organización de actividades de formación para profesores. Me interesa mucho poder evaluar bien las actividades, para asegurarme ir mejorando poco a poco en la organización, la selección, la programación, el diseño, los formatos, el aprovechamiento, etc. Al principio pasaba unas encuestas a los asistentes, para que valoraran los diferentes aspectos, de 1 a 5. Después, porque me parecía incompleto, añadí una serie de valoraciones del asistente también sobre el grupo de asistentes: su nivel de formación, la pertinencia de las preguntas, etc. Más tarde, porque me parecía injusto, decidí completarlo pasándole también al ponente una encuesta en que pudiera valorar el seminario impartido en relación a sus propias expectativas, la organización y los medios puestos a su disposición, el nivel de formación del grupo, su grado de colaboración en la buena marcha de la sesión y la pertinencia de sus intervenciones. Más tarde decidí, harta de los términos medios, que la gente se tuviera que definir y eligiera o 1-2 o 3-4: es decir, que se evaluara en una escala de 1 a 4 y no de 1 a 5.
Ahora, porque sigo sin estar satisfecha de los métodos habituales de evaluación de seminarios y sigo buscando, he decidido cambiar radicalmente, y aun no teniendo certezas, tiendo a pensar que la verdadera evaluación se demuestra andando.
Y lo digo sobre todo porque ningún cuestionario posible he encontrado que haga honor a la cuestión fundamental: dejar claro explícitamente que se parte de la base de que toda oportunidad de reflexión, por serlo, merece un 4; porque para el profe que ya cuenta con cierta madurez profesional (hecha de formación, experiencia y edad, como podría ser mi caso) formativo es el elemento que le permite ubicarse y reubicarse a cada paso, tomar referencias y posiciones, volver a reflexionar para definirse. Cualquier oportunidad es buena para afinar el perfil, en negativo o en positivo.
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