28 may 2007

la pregunta del milagro

Estos son los párrafos que más me llaman la atención de lo narrado en los Hechos de los Apóstoles
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego,[c]
asentándose sobre cada uno de ellos.4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo[d]
y comenzaron a hablar en otras lenguas,[e]
según el Espíritu les daba que hablaran.

La forma que adopta el Espíritu Santo es la de una lengua de fuego. Imagino que es una de esas metáforas (bueno, o metonimia en su origen) universales que a las lenguas se las pueda designar con la misma palabra que en anatomía se designa el músculo lengua. Un músculo, ahora, bien espiritual y, quizá por ello, bien santo.
estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.7 Estaban
atónitos y admirados, diciendo:--Mirad, ¿no son galileos todos estos que
hablan?8 ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la
que hemos nacido?

Es lo que siempre hemos deseado, ¿no? (y es el fin de nuestra profesión, por cierto). Pero, aparte de eso, me interesan las reacciones de los circunstantes ante ese envidiable milagro: confusos, atónitos, admirados
Estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros:--¿Qué quiere decir
esto?13 Pero otros, burlándose, decían:--Están borrachos

Y, finalmente, unos, perplejos, entre burlas, no encuentran otra salida a su envidia que calificar a los "plurilingües" de borrachos, y eso a pesar de que que entendían que los apóstoles les hablaban en su lengua. Parece, pues, que las lenguas de fuego no eran visibles, y que sólo eran notorios sus efectos. Sí: hablar otra lengua es como un milagro, que causa envidia y estupor en los no iniciados.
Los otros se preguntan por el significado del milagro: "qué quiere decir esto?". ¿No es ésta la pregunta que nosotros también tratamos de responder a diario?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como te comentaba en el email, me contaron el argumento de esta historia como perteneciente a una antigua leyenda teban. No he tenido el tiempo, quizá la paciencia, de verificar su origen ni el supuesto texto original en el que debía estar inserta, así que preferí recrearla desde el principio, como un cuento, ensayando un estilo que no uso
nunca (no creo que lo corrija).
Me encontré con mi apunte por casualidad, poco después de leer tu entrada sobre Hechos 2 y creo que de alguna forma lo complementa.



Al principio fue el Verbo, aleteando en la tiniebla. Una mariposa perfecta sobre el magma del caos.
Y en su ausencia, en un mundo sin palabras, silenciosos o mecidos entre gritos y gruñidos, en el limbo de los monos y los pájaros, vivían los hombres.
Sus cantos carecían de poesía y en sus miradas ardía una fuerza terrible que inducía al amor inmediato, al odio de sangre, al terror sin sueño, a la risa deforme, al consuelo necesario.
Tomó entonces el dios Toth el aspecto de un mandril, descendió a tierra de una palmera luz trenzada en la seda azul del aire, y se presentó ante el faraón, para llevarle la palabra.
“Rey” le dijo. Y esas eran las primeras palabras que en el mundo se pronunciaban, y el monarca cayó preso del espanto y de la fiebre, pues alcanzaba a comprender lo que aún no se conocía. “Os traigo un pequeño don que sobrepasa en fuerza todo poder. Con él seréis para siempre recordados y venerados. Pues puede la palabra, el más pequeño e invisible de los cuerpos, ser un poderoso tirano, llamar al amor, a la piedad, mover al odio, o convertirse en la mayor medicina. Desde ahora los hombres no vivirán más en la ignorancia y tu imperio será el más fértil y poderoso de cuantos existen o hayan existido hasta ahora”.
El faraón aceptó curioso su regalo y el dios Toth, el benefactor de los seres de humo, se encaramó a la palmera y desapareció en los altos del cielo tebano.
El rey quedó solo, y pasó el día llamando por vez primera a las cosas con un nombre y encerrando en verbos los momentos, embelesado en el extraño poder que le daba la palabra. Al atardecer se acercó a su pueblo y les hizo entrega de las palabras.
Pasó un año. El Nilo se desbordó y recogieron de nuevo su cosecha los campesinos y de nuevo bajó Toth a ver al faraón y a hablar con él.
El rey recibió en silencio al dios y, cuando le habló, sus palabras aún crujían y sonaban a nuevo.
“Te agradezco, dios Toth, que hayas traído a mi reino la palabra. Somos grandes, poderosos, nuestras obras son admiradas, nuestras leyes acatadas, nuestras voces suenan con tal autoridad que ya no hay pueblo capaz de resistir a nuestro avance. Con ellas logramos conquistar reinos, hacer justicia, alcanzar las promesas, cerrar la boca a los leones. Al proferirlas, apagamos la violencia del fuego, escapamos al filo de la espada, curamos de nuestras enfermedades, fuimos valientes en la guerra, rechazamos ejércitos extranjeros, las mujeres recobraron resucitados a sus muertos.
Pero no hay regalo sin deuda.
Mírame, Toth, míralo todo. ¿No ves que todo ha cambiado? Desde que hay aquí palabras, los árboles son siempre verdes y el fuego es ahora rojo. Pero el fuego es más parecido al mar que a la sangre y el mar ahora es tan sólo la palabra mar y no el milagro de cada ola, que son ahora la única palabra ola.
Las palabras hacen el mundo difuso. Las palabras son espinas en los ojos de los hombres. Antes, cada objeto era único, y sólo existía por sí mismo. Ahora ya no hay espíritus puros, ni sujetos irrepetibles, ni momentos únicos esfumándose en el tiempo. Ahora un árbol es todos los árboles. Y todos los perros la palabra perro.”
Pues ligada a la palabra va una inútil sabiduría ponzoñosa, como una serpiente enroscada alrededor de una planta medicinal, un atisbo de verdad que puede ser quizá la muerte.

Teresa de Santos dijo...

Es una hermosa leyenda, Javier, verdaderamente. Pero creo que el rey fue injusto con el dios: quizá una sola palabra reduce porque clasifica. Pero el lenguaje no: puede hacer, de lo más vulgar, algo único. Eso depende del rey, no del dios.
Teresa

Anónimo dijo...

Ah, claro, sin duda.
De hecho, miles de ideas ni siquiera existirían sin el soporte de la lengua.
Creo a lo que alude la leyenda es en realidad el paso del la mente imaginativa, eidética, al pensamiento entendido como construcción verbal: a la llegada del don de la palabra.
Al leer la entrada tuya sobre el Pentecostés y el don de lenguas, se me vino a la memoria.
Como te digo, sólo tengo un par de frases con una mínima referencia a su contenido esencial: la redacción es mía. Pero caso de no ser una leyenda apócrifa lo que me llamaba la atención de ella es la idea de una primera reflexión sobre el alcance del poder de la palabra.
He pensado luego en Borges ("La rosa de Paracelso"), en Eco ("Construcción del lenguaje poético en una lengua edénica") y en la corriente alquímica medieval.
Interesante reflexión.
Gracias, Teresa.